Los aranceles son impuestos aplicados a bienes importados. Estos gravámenes son establecidos por los gobiernos y se pagan en el punto de entrada del producto extranjero al país que lo recibe.
El objetivo principal es encarecer los productos importados, generando un diferencial respecto a los bienes fabricados localmente.
Los aranceles pueden aplicarse de forma fija o porcentual sobre el valor del producto.
Este tipo de medidas es empleada como una herramienta de regulación del comercio exterior. En algunos casos, buscan proteger sectores estratégicos de la economía nacional frente a la competencia externa.
También pueden ser utilizados con fines fiscales, como fuente de recaudación para el Estado, aunque su uso más extendido en las últimas décadas ha sido el de instrumento de negociación internacional.
Durante los últimos años, Estados Unidos ha incrementado la utilización de aranceles como parte de su política económica externa.
Las medidas aplicadas incluyeron aumentos de tarifas a productos provenientes de múltiples países, con foco en sectores como el automotriz, tecnológico, agrícola y farmacéutico.
Los argumentos esgrimidos incluyeron la reducción del déficit comercial, el fortalecimiento de la industria nacional y la renegociación de acuerdos comerciales considerados desventajosos por la administración estadounidense.
Los aumentos arancelarios generan ajustes en los precios, modificaciones en las cadenas de suministro y variaciones en los flujos de comercio.
Algunos países han respondido con medidas recíprocas, lo que ha derivado en escaladas de tensiones comerciales entre economías de gran tamaño.
Entre los efectos más inmediatos se destacan el aumento de la volatilidad financiera, las variaciones en los índices bursátiles y los ajustes en los niveles de importación y exportación de productos afectados.