Chile se encuentra en el borde occidental de América del Sur, sobre el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona que concentra aproximadamente el 75 % de la actividad sísmica del planeta.
Esta franja geológica se extiende por varios países y se caracteriza por la presencia de múltiples fallas y zonas de subducción.
El país está situado en el punto de contacto entre la placa de Nazca y la placa Sudamericana, donde la primera se desliza por debajo de la segunda, en un proceso conocido como subducción.
Este fenómeno genera una acumulación de energía que, al liberarse, produce movimientos telúricos de distintas magnitudes.
La presión constante entre ambas placas tectónicas provoca una deformación en las capas superficiales de la corteza terrestre.
Esta tensión puede acumularse durante décadas o incluso siglos, hasta que se libera de forma repentina en forma de terremotos.
Además de las zonas de subducción, Chile cuenta con fallas geológicas locales activas, que también contribuyen a la ocurrencia de sismos en distintas regiones del país.
La mayoría de los terremotos que ocurren en Chile son de origen tectónico, es decir, están relacionados directamente con el movimiento de las placas.
Sin embargo, también se registran eventos sísmicos de origen volcánico, aunque en menor proporción.
La profundidad de los sismos varía según la región y el tipo de actividad tectónica, lo que influye en la intensidad percibida en la superficie.
Chile ha sido escenario de algunos de los terremotos más intensos registrados en la historia moderna. Esta recurrencia se explica por su posición dentro de un sistema geodinámico activo y por la constante interacción entre las placas que conforman la región.