
Según información difundida por medios internacionales, la crianza y venta de mariposas vivas se desarrolla en distintos puntos rurales de Colombia y se ha convertido en una actividad que abastece pedidos dentro y fuera del país.
Los criadores preparan pupas que luego son enviadas para exhibiciones, eventos y proyectos educativos. Este trabajo se realiza de forma manual y se apoya en cultivos que sirven de alimento para cada etapa del ciclo.
Las pupas, que requieren controles diarios, se comercializan en cajas especiales y se despachan por lotes que pueden superar las cientos de unidades por envío. Parte de la producción se dirige a mercados internacionales, donde se utilizan en actividades recreativas y ambientales.
La actividad incluye la siembra de plantas específicas para la alimentación de las orugas. Posteriormente, las crisálidas pasan a estructuras protegidas hasta completar su transformación.

El proceso demanda revisiones constantes para mantener la humedad y la temperatura adecuadas. Una vez listas, las pupas se clasifican y se preparan para su distribución semanal, que en algunos casos alcanza los varios miles de ejemplares al mes.
El interés por la mariposa viva impulsó nuevas áreas de cultivo y la creación de pequeños criaderos familiares. Diversas comunidades trabajan en esta producción a lo largo del año, lo que permite sostener un flujo continuo de ventas.