
Según un informe de la Fundación Rockefeller, América Latina y el Caribe se destacan por su espíritu solidario y una fuerte presencia de ayuda social, aunque gran parte de esa colaboración se mantiene fuera de los sistemas formales y no cuenta con mediciones precisas que permitan dimensionar su impacto.
Los estudios mencionan que, si se lograra movilizar apenas un 1% adicional del patrimonio de los grandes capitales de la región, podrían generarse alrededor de USD 5.000 millones anuales para financiar proyectos de desarrollo y asistencia comunitaria.
Los datos recopilados por la fundación indican que las donaciones privadas representan solo entre el 0,2% y el 0,3% del PIB regional, una cifra hasta un 50% menor que la registrada en economías emergentes como Indonesia o Sudáfrica.
Este bajo nivel de formalización limita la posibilidad de medir el alcance real de la filantropía y de atraer capital adicional hacia proyectos con impacto social.
La mayoría de las ayudas se canalizan de manera directa entre ciudadanos, comunidades o grupos locales, sin pasar por estructuras organizadas.
Durante los últimos años, el sector ha incorporado herramientas de análisis y avances tecnológicos como la inteligencia artificial para mejorar la recolección y procesamiento de datos, lo que podría fortalecer la transparencia y la eficiencia de los recursos destinados a la ayuda social.
Sin embargo, la información sigue fragmentada. En países como Brasil, Colombia y México, las asociaciones filantrópicas comenzaron a coordinar esfuerzos para consolidar sistemas de información comunes, con el objetivo de cuantificar mejor el flujo de recursos dentro del sector.

La Fundación Rockefeller destaca que el apoyo del sector privado local resulta clave para sostener los proyectos de asistencia.
Aunque existe capital disponible, aún faltan mecanismos que faciliten su movilización de manera estructurada y sostenida.
La institución señala que el impacto de la filantropía en América Latina no depende únicamente del monto donado, sino también de cómo se gestionan y distribuyen los recursos dentro de las comunidades beneficiarias.
Los recortes en la cooperación internacional, principalmente desde Estados Unidos y Europa, han reducido los flujos de financiamiento hacia América Latina.
Se estima que el cierre de programas de ayuda externa significó la salida de más de USD 2.300 millones de la región.