La aparición de humedad sobre pisos, cerámicas y otras superficies suele estar vinculada con un fenómeno físico conocido como condensación.
Este ocurre cuando el vapor de agua presente en el aire entra en contacto con superficies frías, transformándose en gotas visibles de agua.
Esto es más frecuente en ambientes cerrados con poca ventilación, donde se acumula humedad generada por la respiración, la cocción de alimentos o el secado de ropa en interiores.
El aire contiene una cantidad variable de vapor de agua. Cuando la temperatura interior desciende y se mantiene cercana al punto de rocío, el exceso de vapor no puede mantenerse en estado gaseoso y se deposita en forma líquida sobre superficies como pisos, azulejos o vidrios.
Este proceso se ve agravado en días fríos y lluviosos, o cuando la ventilación es insuficiente y el aire no se renueva.
Entre las condiciones que favorecen este fenómeno se encuentran la falta de circulación de aire, el uso de calefactores sin salida externa y la acumulación de vapor en habitaciones cerradas.
Los revestimientos cerámicos, al ser fríos al tacto, suelen ser los primeros en presentar gotas de agua visibles, especialmente en baños, cocinas o zonas poco soleadas de la vivienda.
Para mitigar este tipo de situaciones, se recomienda ventilar diariamente los ambientes, abrir ventanas al menos por intervalos regulares y permitir el flujo cruzado de aire.
El uso de deshumidificadores, extractores de aire o sistemas de ventilación forzada también puede ser útil en espacios con alta carga de vapor.
Evitar el secado de ropa en interiores, revisar el aislamiento térmico de paredes y techos, y reducir las fuentes internas de humedad son otras prácticas que contribuyen a disminuir la condensación en superficies.