La tasa de política monetaria (TPM) es la principal herramienta que utiliza el Banco Central para orientar el costo del crédito en la economía. Cuando la institución decide modificarla, busca influir sobre la inflación, el consumo, la inversión y, en general, la estabilidad económica.
Un aumento en la TPM encarece el crédito para personas y empresas, ya que los bancos ajustan sus tasas en línea con la decisión. Esto reduce el acceso a préstamos para consumo e inversión.
La medida se utiliza generalmente para contener la inflación, ya que una menor disponibilidad de crédito frena la demanda.
Además, una tasa más alta vuelve más atractivos los ahorros en moneda local, favoreciendo el ingreso de capitales y fortaleciendo la estabilidad cambiaria.
Una disminución de la TPM abarata los préstamos y facilita el acceso al financiamiento para hogares y empresas.
El objetivo es incentivar el consumo y la inversión, lo que puede dinamizar la actividad económica.
Sin embargo, tasas demasiado bajas también pueden presionar al alza los precios, ya que una mayor demanda incrementa el riesgo de inflación.
El Banco Central debe encontrar un punto de equilibrio entre el crecimiento económico y la estabilidad de precios.
La TPM actúa como un canal de transmisión para alcanzar la meta de inflación y mantener la confianza en la política monetaria.